Esas raras palomas nuevas



Todo comenzó en Ucrania en 1986, cuando paseaba por las hermosas calles de Chernóbil. En un segundo vi pasar toda mi vida por delante de mis ojos, creí que mi tarea en la tierra estaba hecha; nacer, comer lombrices, aprender a volar y morir. Pero no, resulta que el destino tenía preparado algo mejor para mí. Es ahí que yo me encontraba en el lugar equivocado, en el momento equivocado, cuando esa luz amarilla encandiló mis ojos, el ardor era insoportable, volé lo más rápido que pude, pero poco podía hacer mi cuerpo para escapar. Hay quienes dicen que era similar a un hongo esa nube, hay otros que no tuvieron la suerte de contarlo. Logré salir del estallido con mi último aliento, mis alas estaban muy deterioradas, quemadas, mi visión estaba prácticamente perdida, no pude más que entregarme a la suerte. Mi cuerpo se desvaneció, cerré mis ojos y traté de apagar mi conciencia. 

Recuerdo haber caído en una estepa árida y seca. Fue allí donde darme por vencido, que no podía luchar más. No sé cuánto tiempo estuve en estado de inconsciencia, pero volví a despertar, intenté abrir mis ojos y entonces escuché esa suave voz; - ¡no te toques la cara! - me dijo. Traté de hablarle pero la voz no me salía. 





Era el infierno de las palomas pensé. Pero era muy cálido el lugar, respiraba un aire muy puro y realmente estaba muy cómoda. Durante más de tres días que esa suave voz me traía agua y comida. Cuando al fin me sentí en condiciones de hablar le pregunté donde me encontraba y que había pasado. Me dijo que él era el conejo Bartolo, que hubo una fuerte explosión donde se encontraban los humanos, que me encontró en el campo y me llevó a su hogar para curarme. Sentí una enorme deuda con esa maravillosa alma, pasábamos horas hablando sobre el desastre que habían causado los humanos, y alimentamos el odio por muchos días. Yo sabía que dependía de él para seguir con vida ya que mis ojos jamás iban a sanar y él también lo sabía. No sé si fue amor o mi alma que se sentía en deuda, pero en una hermosa tarde cálida decidí declararle que lo amaba. La reacción a mi declaración no tardo en llegar y ese día nos amamos de todas las maneras posibles. 



Fue así que tres semanas más tarde me encontraba en nuestro hogar, empollando dos hermosos huevos. No sabíamos que íbamos a hacer; ¿qué se encontraba dentro de esos huevos? ¿Cómo educarlos, qué mundo mostrarles? decidimos seguir adelante con esta aventura. 


Luego llegó esa hermosa mañana que nuestros hijos llegaron al mundo, sabía que iban a ser diferentes, que Bartolo era un conejo, pero más me importaba amarlos y educarlos. El día que nacieron vinieron muchos animales a verlos, entre ellos se encontraba Basilio, él era una tortuga muy sabia que vivía hace muchos años en el lugar. Él nos había advertido de las atrocidades que podía causar la radioactividad, que aunque no la sintamos iba a influir en nuestro cuerpo y en la de nuestros bebés. Esta sabia tortuga no se equivocó, ya que no fue necesario esperar a que nuestros hijos sean adultos para darnos cuenta que tenia condiciones físicas y mentales superiores a la de cualquier ser vivo. Nuestro primer hijo fue varón, lo llamamos Morgan, era robusto, tenía la fuerza para enfrentar un león si quisiera. Nuestra segunda hija fue Gurchi y también era especial, ella tenía alas de paloma pero fuertes como las de un águila y piernas de conejo que le permitían correr a la velocidad de un leopardo. Nuestra vida en los primeros años fue normal a pesar de que ellos eran especiales, pero los dos sabíamos que era una cuestión de tiempo para que nuestros hijos entiendan porque eran distintos. 


Una noche no pudimos seguir evadiendo sus preguntas y les contamos la verdad, el porque un conejo y paloma se enamoraron, la explosión y porque ellos eran así. No sabíamos la reacción que podían llegar a tener, al principio fue un gran rechazo hacia nuestro matrimonio, pero con el tiempo lo entendieron, como así también entendieron sus dones. 


Éramos una familia feliz, ya constituida teníamos todo lo que necesario para vivir. Pero la felicidad nos duro muy poco porque llegó el día que los humanos volvieron al lugar. Primero quemaron grandes extensiones de campo, luego comenzaron a tirar un humo muy venenoso desde el cielo que terminó con la vida de muchos animales que eran nuestros amigos. Hasta que un día llegaron a nuestro hogar, ellos venían a matarnos, no tenían otra intención mas que esa, ya éramos muy viejos y estábamos muy cansados para seguir huyendo, por segunda vez decidí entregarme a la suerte, la vida me había dado demasiado como para pretender andar un nuevo camino. Les pedí a Morgan y Gurchi que corrieran lo mas rápido posible huyeran y que no se detengan por nada hasta que en el horizonte no se vean a los humanos. 


Ese instante fue donde todo cambió para ellos, en la casa de junto se encontraba Basilio que estaba siendo pisoteado por los humanos, al ver esa situación, mis hijos que salieron impulsados por la ira e impotencia de nuestra casa. Fue Morgan el primero que reaccionó, sin basilar, con sus afiladas pesuñas le atravesó la pierna al humano, este no podía defenderse, sus gritos de nada le servían. Gurchi voló hasta su cara y comenzó a picarle los ojos, él trataba de defenderse pero su velocidad era mayor a la del humano. Mis hijos habían logrado que los humanos se retiraran por un tiempo. 


Nuestros amigos animales festejaron poder volver a sus vidas, pero eso fue solo una ilusión, ya que volvieron más humanos, esta vez con unos trajes amarillos y máscaras que cubrían sus rostros, tenían armas que podían matarnos desde muy lejos. Estábamos seguros que era el final para nosotros, pero mis hijos estaban decididos a pelear hasta el final.


Hubo una reunión con los animales que quedamos en el lugar y con algunos otros que vivían más lejos, estaban decididos a ayudarnos. Allí es donde nos enteramos que Gurchi y Morgan no eran los únicos animales con habilidades especiales, la segunda generación de los animales que sobrevivieron a aquella explosión eran muy fuertes. La naturaleza nos había dado revancha. Fue así que por unas semanas llegaron más humanos, con más máscaras y más instrumentos. A algunos de los animales lograron llevárselos. Y luego se fueron.


Hasta que un día los vimos desde lejos, pensábamos que volvían para llevarse a más de nosotros, pero esto no fue así. Ellos comenzaron a poner un gran alambre alrededor de nuestro campo; ¡nos estaban aislando! Fue uno de los días más felices de nuestras vidas. 


Ahora ya en mi vejez vivo muy feliz junto a la comunidad, pareciera que hicimos las paces con los humanos. Nosotros no podemos pasar el alambrado ya que muchos lo han intentado y murieron por la electricidad, pero los humanos tampoco pueden cruzarlo porque saben que nosotros los estamos esperando.

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