SOLO POR HOY
Era jueves. Me encontraba esperando el colectivo, no podía parar
de mirar el reloj ya que eran las 07:30 hs. Y sería el tercer día seguido que
llegaría tarde al trabajo. Recuerdo las últimas palabras de mi jefe
amenazándome con perder el puesto y me da escalofríos. Claro es muy fácil para él
que no sufre de insomnio, pero bueno, aquí me encuentro esperando el transporte
a mi trabajo.
07:35, 07:37 hasta que aparece. Me subo como puedo, me hago un
lugar entre multitud y comienzo el viaje.
07:42 y se para el tránsito, me quiero bajar e ir corriendo. Ya
estoy empezando a idear mi excusa y el paro de subtes creo que me va a servir.
07:44 hs. Comienza a moverse de nuevo el tráfico cuando es que
empiezo a escuchar los bombos y los cantos; – ¡No al desalojo del barrio Libertad!
– ese era grito de guerra para ellos. Indudablemente la suerte no me acompaña
en el día hoy. No se me ocurre una idea para llegar a tiempo, me encuentro a 30
cuadras de mi trabajo y a 16 minutos de ser despedido. Ya que no tengo mucho
para perder me bajo y comienzo a correr, me hago lugar en la manifestación
mientras los insulto por dentro de todas las maneras posibles y en verdad no me
cuestiono si su causa es justa o no, es mi pellejo el que esta en juego,
esquivo gente, niños, pancartas y cuando estoy saliendo de esa telaraña
aparecen tres muchachos que se ponen frente a mi y me dicen que por ahí no
puedo pasar.
– Eh, vos por acá
no podes pasar – me dice el del medio.
– ¿Por qué? si detrás tuyo no hay nadie, necesito
llegar a mi trabajo.
– No loco, por acá no pasa nadie – ya con una voz
mucho más amenazante.
– Bueno está bien, como vos digas – le respondo y en
ese momento sin dudarlo descargué la ira injustamente, le pegué una trompada y escapé
lo más rápido que pude. Llegué a correr un poco menos de 50 metros y me encuentro
con los tres tipos encima, lo único que siento son golpes e insultos.
– ¡Pará que se me arruina el traje! – les grité
Me levanto como puedo, esquivo un par de golpes y salgo a correr
de nuevo, pero no puedo hacer más de 15 metros que de nuevo me encuentro en el piso
recibiendo golpes. Escucho una voz de alto y con el ojo que me queda sano veo
que se acercan dos policías. Uno me levanta bruscamente mientras el otro me
revisa los bolsillos, me quita el documento y le dice al compañero que me
espose. Si, definitivamente no es mi mejor día. Me resisto a la autoridad y lo
que recibo es un buen golpe en la cabeza. Me suben a un patrullero y me dicen
que voy a quedar demorado. No tengo una palabra para describir la bronca.
Cuando llego a la comisaría pido que me entreguen mi documento y
mi celular porque quiero hacer una llamada, pero la respuesta no fue la
esperada, me llevaron derecho al calabozo. Ahora ya cambié la ira por el
arrepentimiento y el miedo. ¡Es la primera vez que voy preso! Me meten en la
celda sin muchos modales, hay unas ocho personas y no puedo creer lo que veo.
Sentado en un rincón en una postura muy sumisa se encuentra mi jefe. Bueno,
¿qué más me puede pasar hoy? Tengo que elegir entre buscar un lugar entre siete
desconocidos o ir a sentarme con el tipo que hoy me iba a echar de mi trabajo y
que además no le simpatizo. Mejor malo conocido que malo por conocer, dice el
dicho.
Voy hacia hasta donde esta mi jefe, eso si, sin dejar de saludar,
solo me sale un tímido –Buen día muchachos –. Todos miraron y nadie respondió. Solo
uno movió la cabeza respondiendo.
– Buen día Oscar – le digo
– ¿Qué haces acá pibe? Vení, sentate y quedate callado
que sino acá nos matan – dijo.
Me siento y le pregunto – ¿Qué hace usted acá? –
–Sabes que pasa pibe, traté de esquivar la
manifestación y pasé en rojo el semáforo de Tucumán y Callao, me vio un policía,
me paró, traté de sobornarlo y termine acá –
Obvio que no me animo a cuestionar a este tipo que me da de comer
y mucho menos puedo yo cuestionar sus acciones ya que hoy conocí un nuevo lado
de mi personalidad.
Ya hace una hora que estamos acá y no pasa nada. Ningún policía se
acerca, yo sigo mirando el piso hasta que se acerca un muchacho que estaba en
la misma celda que nosotros.
–Eh, vos sos de los que tiene plata seguro. Mirá los
muchachos queremos comprar para el desayuno, necesitamos 50 pesos – dijo. Yo me
quedo callado esperando a ver que dice Oscar, que con su voz grave e
intimidante que de mucho le sirve en la oficina le responde; –Rajá de acá pibe,
no tengo pata –. Bueno ahora si que nos terminamos de enterrar pienso, pero ya
que estoy en el baile me decido a bailar.
–Tranqui loco, el viejo no entiende nada, tomá, tengo
20 mangos para el desayuno – les digo
El muchacho dudó por un segundo pero aceptó mi dinero. Pasaron
unos 20 minutos y llega un policía con un termo, una bolsa de panadería y se
los entrega. Ellos comenzaron a tomar mate y yo seguía mirando el piso. El tipo
que me pidió el dinero me chista; –Eh pibe ¿queres tomar un mate? dale vení–.
Tímidamente me acerco y empezamos a desayunar. Me preguntaron porque estaba ahí
y también porque estaba Oscar, que permanecía solo en un rincón. Averiguo
porque están ahí y la verdad que todos tienen sus motivos, pero como dije
antes, yo no soy quien para juzgar a nadie. La cosa es que ya eran las 11 hs. Y
bueno, al menos perdí el miedo y tomé algo de confianza, entonces le pregunte a
unos de los muchachos si me podían conseguir para hacer una llamada. –Quedate tranqui
flaco, en un rato cuando pase el guardia te la consigo, pero no trates de sacar
al viejo ortiva eh –
No pasaron más de 15 minutos que ya tenía el celular en mis manos.
Ahora entro en el dilema si trato de ayudar a Oscar o no. Decido jugármela. Voy
con Navaja, que parecía ser el jefe del lugar y le digo la verdad
–Mirá, este tipo es mi jefe y de casualidad me lo encontré
acá, tengo un amigo que trabaja en tribunales, es secretario de un juez de la
ciudad de Buenos Aires y creo que puedo salir y sacarlo a él también. Si me
dejas intentarlo te trato de dar una mano a vos y a los muchachos –
El tipo me miró fijamente. De verdad pienso que acá metí la pata,
pero Navaja me da el OK. A cambio me pide que consiga que revean su causa. Él
me da su palabra que es inocente. Parece que el día va mejorando, así que voy a
ver si puedo sacar mas provecho.
Me acerco a mi jefe y le digo –Oscar, puedo hacer un llamado para
salir de acá, a usted no se lo van a dar hasta las 17:00 hs, yo lo hago salir
de acá pero le pido que reconsidere mi sueldo y me reconozca las horas extras
que hago en la oficina, sino lo dejo con los muchachos y yo me voy. El trabajo
es lo que menos me importa ahora –
–Ok, dale pibe sacame de acá que a las 15:00 hs tengo
una reunión importante. Si me sacas te pago las horas extras –
–Dale, llamá – me dice Navaja – que en cualquier
momento el guardia te va a sacar el teléfono.
Hago mi llamada a mi amigo Sebastián, le explico todo y me dice
que me quede tranquilo que en un rato viene para acá.
Son las 12 del medio día y llega Sebastián
– Dale, agarrá el saco que salís vos y tu jefe – me
dijo
– No te olvides de lo nuestro – me dice Navaja
– Obvio que no – le respondo y escucho el ruido mas
lindo de todos cuando se abre la reja.
– Cha Seba, esta gente me dio una mano, fijate lo que
te pedí para que revean su expediente – le digo
– Si, ya le dije al juez y va a tratar de ver, si la
causa es de su juzgado me prometió que la va a mirar, cuando llego a tribunales
de nuevo me fijo –
Me acerque primero a Navaja y lo saludé dándole unas sinceras
gracias. Luego saludé al resto y nos retiramos de ahí.
Mi jefe se fue sin decirme gracias, pero al menos me dijo que hoy podía
volver a casa.
Es viernes. Termina la semana. Son las 07:50 hs y ya estoy en mi
oficina. Todo lo veo diferente, con una mejor perspectiva, llamo a mi amigo
Sebastián y por suerte le va a dar una mano Navaja, si es que no es culpable.
Mi jefe me citó en su oficina y recibo las gracias por lo de ayer. Me dijo que
le haga un memorando con las horas extras que hice este mes. El día transcurrió
normal. Ya son las 17.45 hs y comienzo a planear mi fin de semana.
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