Educación y Nuevas Tecnologías


Algunas cuestiones sobre la educación y las nuevas tecnologías

Desde los albores del sistema educativo hasta nuestros días, la enseñanza en las aulas no ha cambiado mucho, la pedagogía tradicional heredada por Comenio sigue primando en nuestro país. Sin embargo, ciertas características en materia de recursos pedagógicos han cambiado. La irrupción de nuevas tecnologías promovidas por el mercado ha ingresado a las aulas. Si bien se tiene como antecedente la Resolución Nº 1728/06 sancionada en el 2006, la cual dicta la Prohibición del uso de teléfonos celulares en las escuelas, ya queda caduca ante la realidad que se nos presenta al momento de dar clases. Además de la tecnología informática presente en la mayoría de las escuelas del país, existen otros recursos de innovación tecnológica que invadieron las aulas, donde se hace difícil distinguir la frontera de lo que sucede dentro del aula y afuera de ella.
Que los dispositivos tecnológicos como el celular, Ipad, tablet, kindle, y junto con ellos las aplicaciones como Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, entre otras, que hacen de lo privado algo público han invadido las aulas no es noticia nueva. La cuestión esta en que hacer con este presente que tenemos y cómo resignificarlo para hacer de éste un recurso pedagógico. 
Podríamos empezar a preguntarnos cual es el rol del docente, tal como dice Cope, “no estaría mal que los educadores asumiéramos el liderazgo de la innovación tecnológica a medida que se vaya formando el paradigma” (Cope y Kalantzis, 9) . También podríamos preguntarnos ¿Qué peso tendrá el papel del docente en este contexto? Tomando como ejemplo el programa Conectar Igualdad (CI), la política educativa sugiere que los docentes tomen el mando de la innovación tecnológica y “sean lideres de la nueva etapa” (Dussel, 2014, 44) . A diferencia de lo que sucede en países de Europa y Estados Unidos, cabe destacar que lo que se propone el programa CI no es sustituir al docente como autoridad pedagógica o el “fin de la docencia, que la escuela será reemplazada por una red informática” (Dussel, 2010, 6) sino que la propuesta es que el alumno tenga “el acceso al conocimiento y a las prácticas de lectoescritura” (Dussel, 44), que sirvan para desempeñarse en su contexto histórico actual. Según destaca el Ministerio de Educación:
El docente generará el cambio y graduará el uso de los equipos de acuerdo con sus propios objetivos, su trayecto de formación personal y la realidad de su clase.
El docente irá realizando un uso progresivo de los equipos a medida que se vaya familiarizando con la tecnología, y los incorporará en forma creciente a sus prácticas áulicas (Ministerio de Educación de la Nación, 2011c, p. 13).
Sin embargo no todo es color de rosa, la realidad que muestra el trabajo de Dussel, da cuenta de que ciertas cuestiones parecieran estar arregladas con un parche. La falta de inversión para la implementación de CI se refleja en cuestiones de logística, como la conectividad y el cableado. “La falta de conectividad es un obstáculo grande, pero también parece, al menos hasta ahora, que los docentes encuentran modos de lidiar con esa ausencia” (Dussel, 49). La mayoría de las veces, los docentes y sus alumnos tratan de buscar sus propios recursos para aprovechar al máximo las netbooks, es decir, que la responsabilidad de la efectivización del programa recae en la responsabilidad de los docentes y alumnos. Y esto puede llevarnos al fracaso del programa, ya que ciertos docentes  pueden “utilizar las nuevas tecnologías para aprender de lo de siempre como siempre. (…) Aunque haya algunas diferencias (…), la relación del alumno con el conocimiento y con los procesos pedagógicos” (Cope y Kalantzis, 9) no cambiaría de manera significativa. Dicho de otra manera, seguiríamos reproduciendo el formato pedagógico de la escuela tradicional heredada del siglo XIX. 
Por lo tanto, esto nos lleva a pensar de qué manera podemos resignificar el sistema educativo tradicional e implementar las prácticas de innovación tecnológica en el aula. ¿Que tipo de iniciativas pueden desarrollar y con qué pedagogía? Y también, ¿qué cambios profundos se requerirán en la forma de organizar las ofertas educativas?
Conforme lo plantea Cope, si bien la educación a distancia ya había generado una nueva forma de enseñanza - aprendizaje, la implementación de netbooks cambia “sus formas características de discurso y relaciones sociales con el conocimiento” (Cope y Kalantzis, 10) en la educación formal. Porque los cambios en la tecnología van acompañados con cambios sociales, la tecnología no es algo externo que no ejerce cambios en la sociedad, sino que hay una co-construcción entre ambas. Tal como sostiene Thomas, las tecnologías son pensadas como construcciones sociales o mejor dicho, “las tecnologías -todas las tecnologías- desempeñan un papel central en los procesos de cambio social. Demarcan posiciones y conductas de actores” (Thomas, 2012, p.1) . Todo esto hace pensar que estas construcciones no se producen de manera lineal y racional, sino que “es un interjuego de artefactos y actores, sistemas y organizaciones, conocimientos y normas, prácticas y roles, tecnología y sociedad (...) participan en múltiples y multiformes procesos de co-construcciones de eso que denominamos realidad” (ibídem, p.2). Pensando en las principales metas que tiene el programa CI; Promover la igualdad de oportunidades entre todos los jóvenes del país, al brindarles un instrumento que permita achicar la brecha digital; Construir una política universal de inclusión digital de alcance federal. Podemos traer la discusión que propone Thomas, y decir que “las Tecnologías para la inclusión social apuntan a la generación de dinámicas locales de producción, cambio tecnológico e innovación socio-técnicamente adecuadas. Esto permite superar las limitaciones de concepciones lineales en términos de “transferencia y difusión”, mediante la percepción de dinámicas de integración en sistemas socio-técnicos y procesos de re-significación de tecnologías “(ibídem, p.9).
Entonces, desde la perspectiva educativa, no comprender o no tener presente la tecnología relacional llevaría a los estudiantes a “ser receptores pasivos de conocimiento” (Cope y Kalantzis, 11) y no formar parte de una construcción colaborativa de conocimiento. El docente no puede ejercer un rol pasivo ante la implementación de las tecnologías, debe servir de guía para que el alumno se apropie de los conocimientos que se brindan y que él pueda decidir que hacer con ellos. Esto es, “cada cual decide o no si [a las tecnologías] las adoptará teniendo en cuenta este uso y finalidad (…)” (Cope y Kalantzis, 6). 
Otro punto importante para pensar es el que refiere al trabajo colaborativo que se puede obtener a partir del uso de las nuevas tecnologías. En palabras de Freire, “saber enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción” (Freire, 2012, 47) . Es decir, realizar un trabajo colaborativo que contenga los intereses de los estudiantes, “de modo que la fuerza del conocimiento del grupo radique en su capacidad de hace un uso productivo de las complementariedades que se derivan de sus diferencias” (Cope y Kalantzis, 12).  Del mismo modo, Burbules apunta que un trabajo colaborativo “sugiere una manera más fructífera de concebir el papel de las tecnologías en la educación, (…) un lugar en el que pueden desarrollarse actividades de enseñanza y aprendizaje” (Burbules y Callister, 2001, 6) . 

A modo de conclusión

Al igual que lo que sucedió con el avance moderno científico, se pensó a las tecnologías como el Mesías de la educación, las que venían a saldar las cuentas que se vienen arrastrando desde el comienzo del sistema educativo. Pero como educadorxs es importante dar cuenta de que esta manera de pensar sería reduccionista o simplista, y que ni vinieron a salvar al sistema educativo ni tampoco destruirlo. Ambas polarizaciones están atravesadas  por el determinismo tecnológico que lleva a una visión pragmática del uso de las tecnologías. Es por ello que no sería una opción catalogarlas como buenas o malas sino más bien el eje debería estar puesto en el apropiado uso que se ejerce sobre las mismas. Acompañadas de políticas publicas y el compromiso de la sociedad, “los niños y jóvenes podrían dar el rodeo a la mediación adulta y producir por si mismos sus propios aprendizajes” (Dussel, 2010, 3).

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