Ser nacional

Esta vez vamos a hablar de un proceso particular relacionado con las formas a través de la cual el estado moderno argentino logró institucionalizar su poder por medio de diversas políticas culturales. Luego del período de transición al estado moderno (1860-1880) donde los gobiernos debían lograr la estabilidad política y consolidar el modelo económico tenían, desde entonces, que actuar a través de diferentes estrategias para difundir símbolos, gestos y rituales orientados a la conformación de la identidad nacional. Es decir, una “simbología patriótica”, como expresa Lilia Ana Bertoni, plasmada en la creación de monumentos, colocación de nombres a las calles y plazas con claras alusiones a la “gesta de la independencia” y, en el caso que nos convoca, la proliferación de las fiestas patrias, ahora reeditadas al calor de las transformaciones ocasionadas en la Argentina moderna. 

Es que, podríamos decirlo de algún modo, la oligarquía triunfante fue prisionera de su propio desarrollo, teniendo en cuenta que el modelo económico requería ampliadas políticas migratorias y estrategias de colonización en las provincias. Sin embargo, frente a llegada masiva de inmigrantes el Estado buscó, por un lado,  replegarse sobre sí mismo constituyendo un modo político de gobernar a través de la “república conservadora” (fraude y voto cantado) y – al mismo tiempo- expandirse sobre la sociedad civil (leyes, unificación de la moneda, ejército obligatorio, etc.) con el objeto de consolidar un modelo liberal, disputándole a la iglesia áreas de su tradicional injerencia; la educación entre ellas. 
Y sobre todo la educación. ¿Por qué? Porque para los contemporáneos, y a la luz de los festejos del Centenario (1910) las prácticas y tradiciones culturales de los inmigrantes tenían un efecto “degenerador” sobre la “identidad nacional” (que en ese mismo período recién se está armando).
La configuración de acciones cohesionantes y unificadoras, visibles ante todo y ante todos, dispuestas a clausurar e invisibilizar las diferencias, era fundamental. De aquí la importancia de las fiestas patrias.

Actualmente, las escuelas están atravesadas por rituales, celebraciones, gestos y prácticas habituales que conforman la cotidianeidad escolar. Pero “la escuela no fue siempre así”. Lo que está alojado como sentido común fue motivo de detalladas acciones con sentido, orientadas a crear una identidad colectiva, la adhesión a un ideal de totalidad; una – amorosa si se quiere-, la patria, y otra de tipo política, la nación. Caras de una misma moneda, el rol de Estado fue fundamental para la conformación de la unidad nacional y, claro, la escuela fue quien se ocupó de llevar adelante esos objetivos. 
Sin embargo, no resultaba tarea sencilla para los contemporáneos. Las transformaciones sociales, económicas y culturales que se sucedían al ritmo de la expansión del modelo de desarrollo agropecuario con sede en el puerto de Buenos Aires confrontaban con las ideologías más conservadoras del país y las clases dirigentes que las encarnaban. 
Sólo por mencionar algunas de estas transformaciones, diremos que la llegada masiva de inmigrantes de diversas nacionalidades otorgó sus rasgos definidos al país, generando al mismo tiempo la reacción de aquellos que veían una supuesta amenaza al también supuesto “ser nacional” que, en oposición a lo cosmopolita, empezaron a resaltar los “rasgos” criollos y tradicionalistas. 
Una nota que vale destacar antes de seguir y que forma parte de las ambigüedades y contradicciones de nuestra historia: la oligarquía era cosmopolita. Aspiraba a “llegar a ser” como Europa (Francia sobre todo e Inglaterra) en términos de costumbres, vestidos, la construcción de palacetes, etc.


Analicemos las siguientes estadísticas que reflejan el crecimiento demográfico de la Argentina entre 1869 y 1930.

Año
Población total
Extranjeros %
1869
1.737.076
12.1
1895
3.954.911
25.5
1914
7.885.237
30.3
Fuente: Censo Nacional de Población de 1914.


Inmigrantes por nacionalidad: 
Nacionalidades
Porcentajes
Italianos
42.0
Españoles
33.0
Polacos
5.0
Rusos
3.5
Franceses
3.3
Alemanes
1.8
Yugoslavos
1.0
Checoslovacos
0.8
Otros
8.6
Fuente: Censo Nacional de Población de 1914.

En este contexto y sobre la base de los cuadros anteriores, no es casualidad que la Ley 1420 en 1884 adoptara “la fijación de un mínimo de instrucción obligatoria enfatizando en los contenidos de geografía, idioma e historia nacionales”.

Los tres grandes instrumentos utilizados entre 1901 y 1913 fueron el servicio militar obligatorio, el voto secreto y la educación patriótica. Con la llegada de José María Ramos Mejía a la presidencia del Consejo Nacional de Educación, en 1908, surgieron iniciativas destinadas a usar a la escuela como el gran instrumento argentinizador de los inmigrantes. Las grandes novedades del período están ligadas con la imposición de un rito y una liturgia cívica. Inspirados en ejemplos europeos, se creó una religión cívica que impuso un culto laico a la nación. De ahí vienen la imposición en la escuela del juramento a la Bandera y las ceremonias de izado y arriado diario de la misma, el uso de las canciones patrióticas y del Himno y la consagración de un santoral de próceres.

La enseñanza de la historia ocupó, asimismo, un lugar principal. En 1909, Ricardo Rojas la propuso como el principal instrumento para producir la restauración nacionalista. Era la historia del mito de los orígenes que, sobre todo en el relato de Bartolomé Mitre, contenía dos elementos en los que siempre nos ha gustado reconocernos: la idea de la excepcionalidad argentina (el mito de la argentina “blanca” a diferencia de otras naciones de América latina:“la argentina desciende de los barcos”)  y el sentimiento de la futura grandeza del país. 
A las estrategias curriculares se le agregaron – de la mano de Pablo Pizzurno- las fiestas patrias. 
“Desde la segunda mitad de la década de 1880 se advierte la puesta en marcha de un emprendimiento a través de un conjunto de mecanismos de acción, comunicación y control para la encarnación de la nacionalidad, respaldada en la tradición patria, que tuvo en la escuela y en la celebración de las fiestas patrias sus instrumentos decisivos” (Bertoni).
Como expresa Bertoni, las fiestas patrias se constituyeron en la memoria oficial de la nación y los lugares donde se reactualizaba la legitimidad de la identidad nacional en tanto aglutinante social. Frente a la multiplicidad de manifestaciones públicas e institucionales de los grupos de inmigrantes, la mayor presencia del Estado en la ritualización de la identidad colectiva era indispensable.
En aquellas fiestas comenzaron a fusionarse imágenes y sentidos muy caros para la historia de nuestro país, la superposición de las figuras del escolar y el soldado, y la militarización de la infancia a través de la escuela.
A partir de 1880, coincidiendo entonces con la primera gran ola inmigratoria europea, surgieron los primeros batallones escolares; desde el Estado Nacional se impulsaban estas formaciones, las cuales aunaban la enseñanza escolar con las prácticas y ejercicios militares. Fue un recurso dedicado a la consolidación de la nacionalidad argentina con relación a las nuevas generaciones, exaltando el patriotismo con marchas y desfiles marciales




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